top of page

ATENEO “INHIBICIÓN, SÍNTOMA Y ANGUSTIA”

Desde el momento que comenzamos a acercarnos al texto, y en el afán por buscar una vía más fácil para comprenderlo, intentamos hacer una separación entre los conceptos de inhibición, síntoma y angustia en tres casos clínicos. Separación que pensamos ayudaría tanto al momento de leer el texto, como de intentar exponerlo hoy.

A medida que fuimos avanzando en el estudio y lectura del texto y del caso a exponer, dimos cuenta que esto no era posible, y que para hablar de un concepto es necesario hablar de los dos restantes.

No obstante, intentaremos poner en palabras aquello que pudimos comprender acerca de la formación de la neurosis y cómo se entrelaza la inhibición, la formación de síntomas y la angustia en ella.

Para ello tomaremos el caso clínico de G., un niño de 9 años 10 meses, cursando actualmente 4do grado, que llega a consulta por dificultades en el aprendizaje escolar.

Los padres lo describen como un niño que “se olvida de todo, y le cuesta horrores”. Refieren que estas dificultades se presentan desde nivel inicial, diciendo que el niño “Era sordo, que podía ser autista, que jugaba solo y que no hablaba con nadie, ni con la maestra ni con sus compañeros.”

G. se presenta como un niño con signos de introversión y timidez, no levanta la mirada y al hacerlo se lo ve triste y rígido en sus movimientos. En las primeras sesiones trabaja poniendo orden, ubicando las fichas donde deben estar, tapando los espacios vacíos.

Las pruebas administradas arrojan una edad visomotora de 5 años 6 meses, significativamente descendida respecto a su edad cronológica.

El WISC III arrojan un:

CI Verbal: 63

CI Ejecutivo: 65

CI Escala completa: 61

El puntaje de las pruebas de inteligencia, y las capacidades reales que demostraba G. en sesión, sumado al análisis de los indicadores emocionales arrojados en las pruebas proyectivas, presentaron un interrogante al momento de realizar el diagnóstico. Se plantea la necesidad de realizar un diagnóstico diferencial entre Retardo Mental Leve y una Inhibición del yo.

G., en sesión, muestra una buena capacidad de simbolización, posibilidades de planificación y anticipación. Por otro lado, al analizar los conceptos de inteligencia fluida y cristalizada de Alicia Cayssials, y dados los puntajes de los diferentes subtests, G. presentaría una inteligencia fluida que supera la inteligencia cristalizada.

Es por lo antes expuesto que se piensa en la hipótesis diagnóstica de una inhibición yoica.

Freud designa la inhibición como un proceso que le sucede al yo, que tiene “un nexo particular con la función, y no necesariamente designa algo patológico”.

Siguiendo el camino que elige el autor para explicar el concepto, podríamos reflexionar acerca de las funciones del yo para intentar comprenderlo.

Si tomamos el caso de G., podemos observar cómo muchas de dichas funciones parecen estar restringidas. Algunas de las funciones básicas como la atención, pensamiento, la memoria, se encuentran inhibidas afectando su rendimiento escolar, motivo por el cual los padres realizan la consulta en un primer momento.

Por otro lado, se observan inhibiciones en las funciones yoicas de defensa, así como las funciones integradoras, organizadoras, y sintéticas. Esto provoca en G. una escasa socialización, conductas ligadas a la acción (pegar), recurrir al llanto, o aislarse del medio social como mecanismo defensivo.

La pregunta que nos podríamos hacer ahora es porqué dichas funciones se encuentran inhibidas, y qué es lo que produce dicha inhibición.

Según el autor, el yo renuncia a ciertas funciones para evitar un conflicto con el ello, con el súper-yo, o a consecuencia de un empobrecimiento de energía debido a situaciones traumáticas, duelos…

En las sucesivas entrevistas a los padres de G. se mencionan determinados sucesos significativos a tener en cuenta. La madre refiere “¿Será que tiene que ver que cuando G. nació, mi papá murió?”, hecho del cual no está permitido hablar en la familia. Esta situación generó un gran impacto para el entorno familiar.

Esto de lo que no se habla, no se dice, no se sabe, queda inscripto en G. desde los comienzos de su vida. Pareciera que no está permitido hacer preguntas, Saber, quedando así imposibilitado para el aprendizaje. “El saber pregunta, si los enseñantes, el padre, la madre, los maestros, no responden, o lo que es peor, esconden las respuestas o la posibilidad de responder, el niño no encontrará su expresión en las elecciones y usos de objetos que a él se le ofrecen disponibles en el medio.” (Alicia Fernández, “Poner en Juego el Saber”)

Otro de los sucesos mencionados por la madre, fue un accidente automovilístico, a la edad de 1 año y medio de G., estando ella embarazada de su tercer hija. Si bien la madre no le dio importancia a este suceso, se podría pensar que fue un hecho traumático para G., generando altos montos de angustia al momento de subirse a un auto, o altas velocidades.

Podríamos inferir que, dada la historia evolutiva de G., la inhibición parte de un empobrecimiento generalizado del yo, debido a sucesos traumáticos, reiteradas situaciones de riesgo, una situación de duelo no resuelto, que provoca una limitación del gasto de la energía psíquica, para ubicarla al servicio de estas situaciones puntuales.

“Las inhibiciones (…) son limitaciones de las funciones yoicas, sea por precaución o a consecuencia de un empobrecimiento de energía. Ahora es fácil discernir la diferencia entre la inhibición y el síntoma. Este último ya no puede describirse como un proceso que suceda dentro del yo o que le suceda al yo.”

Aquí Freud marca una diferencia básica entre inhibición y síntoma. Mientras que la inhibición es un proceso que sucede dentro de la instancia yoica, a modo defensivo, para evitar conflictos con las otras instancias, el síntoma no. Esto nos lleva a otro concepto en la formación de la neurosis: síntoma.

Consideramos necesario ahora abordar el concepto de síntoma, entendiéndolo a este como una formación sustitutiva por la cual se satisface la pulsión reprimida por el yo, habiendo entrado ésta en contradicción con alguna de las tres instancias (ello, súper-yo, realidad). “El síntoma es indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada, es un resultado del proceso represivo. La represión parte del yo (…) Mediante la represión el yo consigue coartar el devenir consciente de la representación que era la portadora de la moción desagradable.”

Ahora bien ¿cuál es el destino de la moción pulsional reprimida? El yo inhibe o desvía el afecto de placer en displacer. Por medio de la represión el yo quita la investidura de la representación y la utiliza como señal de angustia. El yo es así sede de la angustia.

Para hablar de síntoma entonces, podemos remitirnos a la encopresis secundaria que presenta G.. La misma se inicia a la edad de 6 años. La madre refiere “Cuando empezó la primaria él empezó a fracasar”.

Cabe destacar el momento evolutivo en el cual comienza a realizarse el control de esfínteres. Ligado al accidente antes mencionado, y luego del nacimiento de su hermana Sofía, G. debe dejar los pañales por deseo de su madre.

A la edad de 6 años comienza el síntoma de la encopresis. ¿A qué debemos atribuir la aparición de este síntoma? ¿Cuál sería la moción reprimida?

Al hablar de encopresis, Beatriz Yanin, en “El sufrimiento psíquico en los niños”, menciona la importancia de las pérdidas, abandonos, duelos familiares no elaborados como cuestiones y situaciones significativas. Dice: “La reacción frente a las separaciones, pérdidas, y abandonos debe ser tenida en cuenta, así como la incidencia de una historia familiar con duelos no resueltos.”

A modo de hipótesis podríamos pensar que la encopresis tiene su origen en el duelo no resuelto que coincide con el nacimiento de G. Él se encontraría repitiendo, en el síntoma, un duelo no elaborado por la madre (“De eso no quiero hablar”). Por otro lado, ¿será que este proceso de duelo vivido por la madre puede haber sido vivenciado por G. como una situación de abandono?

Al hablar de la etapa sádico-anal, la autora refiere que es la palabra lo que permite resolver el erotismo de esta etapa. Y plantea que es a través de la palabra que el niño puede recuperar lo perdido, el objeto de amor, parte de si mismo.

“La palabra implica, así, la posibilidad de desprendimiento y de posesión simbólica del objeto, posibilidad que suele estar dificultada en los niños encopréticos”.

Dado que en la familia de G. la palabra parece no haber circulado, podríamos pensar que en este período la pulsión ha quedado fijada, y entonces en el momento del ingreso a la latencia, el yo, como mecanismo defensivo, emplea la regresión libidinal hacia este estadío.

Podríamos plantear ahora el vínculo entre la formación de síntomas y la angustia. Freud dice: “Toda formación de síntoma se emprende para escapar a la angustia: Los síntomas ligan la energía que de otro modo se habría descargado como angustia; así la angustia sería el fenómeno fundamental y el principal problema de la neurosis.”

La angustia es la reacción frente al peligro. Cada situación de peligro corresponde a cierta época de la vida o fase de desarrollo del aparato anímico. Los neuróticos, dice Freud se comportan como si existieran las antiguas situaciones de peligro “siguen aferrados a todas las condiciones anteriores de angustia”.

Existen condiciones de angustia que con el tiempo pierden significatividad. Hay ciertas situaciones de peligro que modifican la condición de angustia y es por ello que aparecen aún en la vida adulta. Por último hay otras condiciones de angustia que se mantienen siempre, por ejemplo la angustia frente al súper-yo.

La angustia neurótica es lo que sentimos frente a un peligro del que no tenemos noticia.

A veces ante situaciones de peligro reales el sujeto reacciona de manera desmedida; en este plus se delata el elemento neurótico. El sujeto se siente desvalido frente la situación de peligro, que se constituye entonces en una situación traumática.

“La angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento en el trauma, que más tarde es reproducida como señal de socorro en la situación de peligro. El yo que ha vivenciado el trauma pasivamente, repite ahora de manera activa una reproducción morigerada de este, con la esperanza de poder guiar de manera autónoma su decurso.”

El niño hace el mismo recorrido en el juego, este pasaje de la pasividad sufrida en el trauma a la actividad en el juego.

Abriendo espacio a juego simbólico G. inicia armando de bandos de soldados, e inicia trabajo de elaboración de duelos y planteos sobre su origen y sentido de la vida y la muerte. Reparte soldados, en iguales cantidades a ambas terapeutas. Da la consigna:

“Ahora vas a pensar qué hacer”

“A mi se me murieron 4, así que podemos pedir ayuda”

Por medio de estas escenas G. elabora las situaciones no resueltas vividas con anterioridad, como la muerte del abuelo, accidentes, relación con vínculos paternos.

Rápidamente intenta matar a los soldados de los equipos, volviendo a dar vida a los “muertos, para que lo intenten otra vez, a ver qué pasa”

Verbaliza: “Hola viejo, yo soy la muerte y hoy vamos a presentar a todos los vivos”

“Vas a morir y morís acá (señalando el fuego) y vas a quedar como recuerdo de asado”

“Sino cuidan, se mueren”

Mueren una y otra vez y vuelven a combate en las sesiones siguientes.

En el transcurso de las sesiones inicia aparición de elementos para su protección y “los muertos se sacan”, es decir, ya no forman parte de la escena lúdica.

El análisis permite en G. simbolizar aquello que no fue simbolizado y esto repercute favorablemente en la interacción actual con el entorno.

A modo de cierre, quisiéramos transmitir que los tres conceptos se encuentran ligados entre sí, y su abordaje abre nuevos interrogantes frente a lo que no se puede dar respuesta aún. Citando a Freud:

“Cuando el caminante canta en la oscuridad, desmiente su estado de angustia, mas no por ello ve más claro.”

Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
bottom of page