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Los niños que se portan mal

Es de suma importancia para nosotros, saber que cada vez que un niño experimenta dificultades conductuales está mostrando su padecer poniendo en acto el cuerpo. Los niños cuentan con su accionar, mas de las veces los más pequeños, suelen mostrar con su cuerpo y su accionar aquello que sienten.

Los “problemas de conducta” o “falta de límites”, despiertan en el adulto enojo y malestar. Un niño transmite con sus actos lo que siente. Lo hace vivenciar al otro, adulto, los sentimientos que guardan, para poder así hablar sobre ello. Los niños pasan en activo aquello que viven en pasivo, y así utilizan los actos como mecanismo de tramitación de sus vivencias.

Ningún niño nace malo, no existe el gen de la maldad, la violencia no se transmite genéticamente, es el resultado de lo que sucede en su entorno, por lo cual podemos decir que la conducta se encuentra en función del mismo entorno, en todos los casos.

Los niños que no logran adaptarse a lo que la escuela pide, o hacerles casos a sus padres en lo que solicitan, generan muchas preguntas y demandan una rápida solución a la problemática. Los pequeños tienden a resolver los problemas según lo que aprendieron en su entorno, como los adultos mostraron que se resolvían. La manera de resolver el conflicto, muestra a los niños como se debe accionar en la vida. Recordemos siempre que los niños aprenden mas por lo que ven en el adulto que por lo que dice el adulto que hay que hacer. Los niños que pegan, aprendieron que pegar es una forma de resolver los conflictos. Resolver a través de los golpes, enseña que aquella es una forma de resolver conflictos.

Sabemos lo importante que es la familia, como también la educación, lo social y cultural, y a su vez, como influyen todos los acontecimientos familiares en la vida de un sujeto.

Todo esto nos lleva a pensar que, un niño que se manifiesta con agresividad, hiper-motilidad y controles internos pobres es un niño que está atravesando una difícil situación que debe tramitar en su vida. Ya sea, una perdida, un dolor, un enojo, una frustración.

Como adultos sería importante lograr transmitirle al niño que comprendemos eso, que en realidad sabemos que está pasando un mal momento, intentar controlarlo o controlar sus emociones sería realmente imposible, por lo cual debemos facilitar emociones positivas en él.

Algunos niños, cuando se encuentran muy enojados, por situaciones de duelo o pérdidas, transforman la tristeza en enojo, entonces ese enojo y movimiento excesivo con su cuerpo en realidad denota una profunda angustia, una inmensa tristeza. Cuanto más enojado se muestra, más triste se encuentra y peor se siente.

En otros casos, niños inmersos en círculos de violencia, buscan generar en el adulto una respuesta violenta, con la cual están acostumbrados relacionarse. Molestan, porque son molestados. Se sienten merecedores de ser castigados, entonces propician situaciones que generen el castigo del adulto, y como respuesta al castigo aparece un sentimiento de desvalorización y culpa, que genera nuevamente una conducta irruptiva para volver a ser castigados.

Desde el lugar del docente, es importante que este actúe siempre intentando favorecer un alojamiento positivo, sosteniendo emocionalmente al niño, comprendiendo sus enojos, ayudándolo a realizar pensamientos más ajustados ya que, en momentos de excesivo enojo, no se logra racionalizar adecuadamente, sino que requiere de mayor sostén y acompañamiento.

En la escuela, se debe favorecer que el enojo y la tristeza circulen, intentando que el movimiento excesivo del cuerpo tenga un objetivo o finalidad que enaltezcan la posición subjetiva y favorezca la autoestima. Por ejemplo ser el secretario del curso, ayudar a los compañeros, ir a charlar con la preceptora, que propongan otra forma de resolución de conflictos, guiando sus pensamientos, que puedan reparar lo que generaron, a través de actos y palabras que se le ocurra al niño, que no sean impuestas por el adulto.

Las emociones son componentes fundamentales del proceso de aprendizaje y en las relaciones entre los humanos, sin estas, no seríamos tales. Por eso tienen que ser promotoras de vínculos positivos, evitando sostener sobre un niño una mirada de horror sobre sus comportamientos, sino comprenderla como un profundo estado de padecimiento interno. Generar trabajo cooperativo con los alumnos ayuda a crecer como sociedad integra, en donde sepamos ser solidarios con el otro, en su padecimiento y malestar.

En la mayoría de los casos, sancionar la conducta, si bien se impone como necesidad institucional, no favorece a revertir las conductas negativas en un niño. Es necesario que se puedan tener charlas, a nivel grupal e individual sobre lo que sentimos y como esto se manifiesta en el afuera. Explicarles a los demás niños que muchas veces nos sentimos enojados por otras cosas y esto hace que hagamos cosas o lastimemos a otros sin intención, cuando en realidad lo que sentimos es tristeza. Quitarle de encima el peso de aquello “malo” o “”terrible”. Mientras más “malo” lo miramos, pues más malo será el sujeto. Recordemos que la mirada que tengamos sobre otro sujeto es el espejo de aquello que queramos obtener. La mirada del adulto determina el accionar de los niños. Miremos a niños que con su accionar nos cuentan lo que sienten, ninguna acción es arbitraria y fuera de contexto, hasta aquella que parece incoherente tiene una razón de ser. Encontrar la causa, ayuda y es la única forma de revertir situaciones reparando emociones.

Lic. Di Laudo Ivana

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