top of page

“Sexualidad y sexuación en los niños"

Muchos son los interrogantes sobre el sexo, sexualidad y sexuación en la niñez.

En este escrito me propongo indagar sobre un tema que me provocó interés en la práctica clínica, de acuerdo a casos de niños menores de 6 años referidos a su identidad de género y su lugar en el entramado familiar.

Para iniciar, tomaré como referente la ley 26.743 (del año 2012) sobre el “Derecho a la Identidad de Género”.

En ella “se da a toda persona el derecho al reconocimiento de su género, al libre desarrollo de su persona conforme a su identidad de género, y a ser tratada de acuerdo con su identidad de género”.

Con esta ley se promueve entonces el reconocimiento de la vivencia interna e individual del género, tal como cada persona la siente y con ello se pone en juego una rectificación registral del sexo e imagen.

Otro referente es el Programa de Educación Sexual Integral en la escuela, siendo este el primer ámbito exogámico y que interviene en la búsqueda del saber.

Este programa considera aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos.

Pero tomando en cuenta que el tema continúa siendo tabú o no forma parte del currículum tradicional, cabe preguntarse: ¿La información es precisa? ¿Qué pasa con los educadores y los padres con esta información?

Por último y tercer aporte, tomaré los Derechos de la Infancia, donde consta que es de gran importancia el derecho a “ser uno mismo”. Pero otra pregunta desencadena: ¿Cómo se percibe la identidad de género? ¿Esa capacidad de autopercepción la tiene un niño menor de 6 años? ¿Logra percibir su cuerpo y su género?

Recordemos: el sexo no es sexualidad.

Para poder reflexionar sobre este tema comparto una breve reseña de caso clínico:

Niño de 5 años. Motivo de consulta: Dificultades de aprendizaje y dificultad en la relación con sus compañeros varones. Sus padres refieren que:

  • “Se lleva mejor con las nenas, ¿eso es grave?”

  • “No logra dibujar la figura humana, no tiene forma todavía”

  • “No aprende, no diferencia una cosa de otra”

  • “Con el papá hace cosas más tiernas, conmigo cosas más de varón, porque yo me crie así, soy más masculina”

  • “El papá quería una nena, capaz por eso se porta así, pero será también porque yo no quiero que se corte el pelo? me gusta cómo le queda larguito, es tan delicadito y dulce”

  • “Yo quería otro hijo varón, son más fáciles de criar. Su papá quería una nena. Cuando nació X su papá lo eligió. Tienen una relación especial”

El niño se presenta a sesión diciendo que odia ir al jardín porque está cansado de que sus compañeros le digan que es una “nena” por no tener habilidades para el fútbol.

Abriendo espacio con el niño, quien se desploma sobre las sillas mientras me escucha, dice:

  • “Yo sé que soy una nena, no tengo pito, tengo vagina” “Tengo que usar bombacha”

  • “A mí me gusta estar con papá, porque me lee cuentos antes de dormir y a veces se queda dormido en mi cama. No me gusta con mamá, ella es muy malona”

  • “Me dijo mamá que me va a llevar a la peluquería a cortar el pelo, así soy más varón”

Desde el rol del analista se plantean hipótesis y preguntas para abrir interrogantes e intervenir con el niño:

¿Qué pasa con ese niño y el modo de relacionarse con pares, sean varones o nenas? ¿ Por qué no aprende en la escuela? ¿Sabe sobre la diferencia sexual anatómica? ¿Es una cuestión intelectual o psíquica?

Con sus padres:

¿Qué incidencia tiene el deseo de los padres, en este deseo de saber sobre la sexualidad de un niño de 5 años? ¿Ellos esperaban un hijo o una hija? ¿Creen que se comporta como una nena? ¿Qué pasa con el vínculo entre los padres?

Por ello tomaré los aportes de Freud en “Tres ensayos sobre teoría sexual” (1905) en el que se menciona que hay un punto de anudamiento entre la sexualidad y el saber, y esto se plasma en el campo de las teorías sexuales infantiles.

Una de ellas es la premisa universal del pene, en que el enigma por la diferencia de los sexos también involucra una pregunta por la propia existencia.

La premisa es la de que todos tenemos pene y que a las mujeres ya les crecerá. Así sstiene que la madre tiene pene y es ella la que provee todo lo que el niño necesita.

El varoncito se aferra con energía a esta convicción, la defiende obstinadamente frente a la contradicción que muy pronto la realidad le opone, y la abandona sólo tras serias luchas interiores (complejo de castración).

Entonces aparece otro modo de inscribir la idea del sexo entre los que tienen pene y los que no lo tienen: fálico (masculino) es opuesto a castrado (femenino).

Esta diferencia de los sexos no es una cuestión biológica, sino que es un proceso psíquico.

Cabe pensar sobre el proceso psíquico de este niño y como lo pone en escena con lo que dice, hace y piensa, según lo relatado por padres, escuela y lo dicho por él en la sesión.

¿Esta confusión entre masculino y femenino es la que no le permite aprender a “diferenciar una cosa de otra” en la escuela?

Haciendo hincapié en el rol de los padres y su influencia bio-psico-social en un hijo, tomaré los aportes de Lacan, en su escrito sobre “Dos notas sobre el niño” (1969).

Este texto es importante para la intervención del analista y apunta a distinguir modalidades de sintomatología en los niños.

Menciona que el síntoma es considerado como respuesta frente a lo Real (entendiendo este complejo concepto como lo que no podemos pensar, imaginar o representar, pero tiene una presencia y existencia propias)

Se diferencia dos modalidades en la sintomatología infantil:

En la primera el niño se presenta como respuesta al síntoma de la pareja parental, representando lo que no se dice, no funciona, no se acuerda entre los padres. El niño en este caso es síntoma de la pareja. Por ello es importante localizar la posición que asume el sujeto y operar sobre ella. El niño responde al modo en que los padres tienen de formar pareja.

En la segunda modalidad, el síntoma del niño está vinculado a la subjetividad de la madre, al objeto del fantasma materno, revelando en este lugar, la verdad del fantasma materno. El niño le da cuerpo a esa falta de objeto de la madre, se pone en su lugar, lo “realiza”, quedando de esta manera fijado en ese lugar.

En este caso está en juego la posibilidad del niño de separarse de ese lugar. Por ello es muy importante la función separadora del padre. Si la función paterna no opera, el niño queda a expensas del fantasma materno, atrapado allí.

Tomando en cuenta lo descrito, podemos pensar que cuando Lacan habla de sexuación, lo hace tomando en cuenta que el Otro, esa figura de los primeros cuidados, es esencial en la constitución del cuerpo, así como es el deseo del otro el que entra en juego en la realidad del niño.

Será condición en las entrevistas e intervenciones con el niño y su familia sondear para registrar las modalidades de sintomatología, como por ejemplo:

¿El niño responde al síntoma de la pareja parental o lo hace frente al objeto del fantasma de los padres?

El concepto de fantasma tiene que ver con una defensa contra la castración, es el modo en que el sujeto se defiende de la castración del Otro, de ese “¿qué quiere el Otro?” que lo interpela.

Esa interpelación, que en este caso tiene que ver con el nominarSE, clasificarSE, es decir nombrarSE “varón o nena” u “hombre o mujer” está en relación con los tiempos del sujeto y su lugar en el entramado familiar.

Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
bottom of page