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Estrategias, orientaciones y reflexiones sobre la labor del docente en la Integración escolar

El rol del psicopedagogo presenta numerosas áreas de inserción en el campo de la práctica. Uno de ellos y, por lo general, el primer lugar de inserción laboral refiere a la Integración. Este tema ha suscitado numerosas peguntas, interrogantes y posiciones a lo largo de los años por su complejidad. Como Psicopedagogos parte de nuestra tarea no es solo acompañar a los niños sino ayudar al docente en esta ardua tarea.

Debido a que conozco a varios docentes, solicite su ayuda me preguntaba. ¿Qué quieren saber los docentes, que pueda ayudar en su práctica, acerca de los temas que refieren a la integración escolar?

A las preguntas escuchaba una cantidad de numerosos “¿qué hago con…?”, pedidos sobre “técnicas para trabajar acerca de…”, “quiero saber cómo…” y “que me digan que hacer sobre”…

Por ello, entendí que en realidad lo primero que debemos interiorizar es el hecho de que educar y enseñar es un hecho complejo. Por tal motivo, no hay soluciones mágicas, ni una respuesta única. Es decir, para encontrar estrategias o herramientas útiles tenemos que poder pensar todos juntos, que es el objetivo fundamental.

Entre los pedidos de los docentes, se hacían fuertes algunas demandas que aparecían con mayor peso como “Queremos que nos digan cómo hacer las adaptaciones curriculares”…”queremos que nos digan cómo manejar temas conductuales”, que ciertamente, son cuestiones que se establecen como severamente dificultosas en las aulas.

La problemática es que no es posible responder a solicitudes tan concretas y además resulta peligroso. En primera instancia, porque sería volver a pensarlo sobre la base de que hay una sola manera de hacer las cosas y en segundo porque, ciertamente caerían en descrédito las “técnicas” y “orientaciones” dado que lo que funciona en un caso puede no funcionar para otro.

Justamente, lo único que podría ayudar en este punto es entender que juntos debemos reflexionar acerca de nuestras prácticas y evitar culpabilizaciones al resto de los sectores.

¿A qué me refiero con esto? A que cada alumno, cada curso, con cada docente tendrá que encontrar sus herramientas para lograr la integración que pueda tener resultados positivos para todos los actores.

No obstante, hay ciertas cuestiones que resultan imprescindibles saber y podrían funcionar a modo de “orientaciones aplicables en todos los casos”.

En primer lugar deberíamos olvidarnos tanto de los diagnósticos médicos como: “retraso mental”, “tgd”, “autismo”, etc y términos como es: “vago”, “malo”, “burro”, “pesado” o “insoportable”, que son frecuentemente usados por los docentes, no con malicia sino a modo de adjetivación del desempeño.

Esos conceptos obturan y no nos dejan pensar más allá del adjetivo puesto en ese niño. Hay que tener la certeza de que ese alumno “autista”, “retrasado”, “vago”, “malo”, “burro”, “pesado” o “insoportable” está teniendo reales dificultades y con esas actitudes, que aunque muchas veces realmente intolerables para el docente, nos está mostrando su padecer.

Y cuando resalto insoportables para el docente tiene que ver con que el docente debe saber que cada uno de nosotros tiene tolerancia a distintas cosas. Por lo cual, un docente puede soportar más el movimiento excesivo de un niño y no la lentitud y viceversa.

No debemos olvidar que SIEMPRE intervienen ciertas cuestiones que parecen carecer de importancia como son: la personalidad, la pasión y el entusiasmo del docente en el aprendizaje de los niños. Esto es lo que permite aprender en los primeros años de la escuela, los vínculos resultan fundamentales, la confianza y la lectura que realiza el docente de un alumno es de vital importancia.

Sin embargo, lo que cada uno debemos considerar es que los adjetivos sobre los cuales “calificamos” a los niños los aplicamos desde una lectura con relación a nuestros propias percepciones, que no son únicas y eso es lo que debe cambiar, debemos ver al niño sin adjetivarlo, ni encerrarlo en una categoría, debemos ver al sujeto alumno.

Entonces una respuesta posible para el “¿qué hago?” podría decirse que no rotular y no adjetivar a los niños con características como estas sería el primer paso ,porque estos niños, en numerosas ocasiones, vivencian en las escuelas lo mismo que en sus hogares, son un sin fin de adjetivaciones negativas, peyorativas, alienantes y estos niños están formándose, si nosotros como docentes/profesionales y adultos lo “cerramos”, no dejamos, ni confiamos en los cambios, que tanto demandamos, esos niños no tendrán posibilidad de posicionarse desde otro lugar.

Por otro lado, tenemos que pensar que el aprendizaje no es algo estático, que no solamente hay niños con problemas sino grupos de niños no preparados para aceptar la diversidad, lo distinto, lo diferente, sino de otra forma que no fuese negativa.

“¿Cómo hacer?”, me preguntan los docentes o acompañan con “yo ya di una charla sobre las diferencias”. En segundo lugar, de las “orientaciones aplicables en todos los casos” tanto como los padres, los docentes debemos sostener nuestras palabras con los actos. He visto en numerosas situaciones cuestiones contradictorias como la siguiente:

Viñeta: En una escuela donde su estructura es muy cerrada no dejan ingresar a los niños al salón en el recreo por miedo a que hubiese robos, entonces la maestra les impide pasar a todos por NINGUNA CAUSA. Lucas es “revoltoso, se porta mal” (y tiene diagnóstico de ADHD). Pide pasar en el recreo porque se olvido la plata para comprar su refrigerio, claramente y como regla la maestra sostiene la misma y no lo deja ingresar. No obstante Lucas continúa protestando, pero se queda en la puerta. Viene otra niña, que tiene “muy buen comportamiento y es muy educada”, solicita pasar a la docente porque se olvido un abrigo y ella la deja ingresar.

¿Por qué? (pregunta Lucas a los gritos) ¿Las reglas no son iguales para todos?

La docente se enoja y lo envía a dirección por haberle gritado y contestado de mala manera.

Pensemos… esto es algo que sucede de manera habitual y esto es NO sostener un dicho con un hecho, esto es “poner límites arbitrarios y movibles”

Esta escena, a su vez denota la diferencia que estableció la docente entre lo que esperaba de cada niño, lo cual también comprendió y sintió Lucas, entonces lo que aprendió fue que las reglas no son sostenidas por los adultos en todos los casos y que estas son arbitrarias y cambiables.

Entonces, sostener lo que decimos con lo que hacemos no resulta una tarea tan sencilla. Ser consistentes y no arbitrarios en el establecimiento de normas, ser coherentes y sostener la legalidad estabiliza al cumplimiento de pautas.

Por otro lado, con una charla sobre el aceptar las diferencias no nos alcanza. En los primeros años los niños utilizan calificativos como “gordo”, “feo”, “tonto” o “negro” para referirse a algunos de sus compañeros, no por sus elevados niveles de crueldad, sino porque al diferenciarse del otro se plantean estos adjetivos, no obstante es responsabilidad del adulto generar otros criterios al respecto y valores asociados a ello.

Intervenciones docentes como “Juan no le digas así a tu compañero…”, o “Pedro andate a dirección por insultar”… solamente palean una situación del momento que volverá a repetirse en numerosas ocasiones. Por lo cual, no generan ningún tipo de reflexión en los niños…”Juan” seguirá pensando que solo le dijo gordo al compañero porque en realidad es gordo.

Entonces, lo importante es atender a estas situaciones. Por más que se estén dando contenidos escolares que se entiendan como importantes el docente no puede dejar pasar situaciones como estas, porque sin una estabilización del grupo, igualmente no podrá dar la clase, ni los demás niños podrán aprender.

El docente debe detenerse y funcionar como MEDIADOR no como árbitro. Entonces preguntarle sin tono acusador…”Juan ¿vos como crees que tu compañero se siente cuando vos le decís esto?” Darle el lugar al otro niño… vos Mateo, ¿quisieras decir cómo te sentís? ¿Te hace sentir mal esto? Y abrir el espacio al resto del grupo. Y tal vez nos encontremos con respuestas mucho más enriquecedoras y valederas. Situaciones de aprendizajes reales, no VACIOS.

Asimismo, generamos posibilidades de pensamientos de resoluciones autónomas y nos evitaríamos en la escuela secundaria dicho tales como “Profe, ¡Facundo me está molestando!” Cuando la respuesta sencilla del docente es “Si te está molestando ¿qué haces ahí?, Podes cambiarte de lugar o decirle que no te moleste. Pero no encuentran autonomía de pensamiento y resolución ¿Por qué? Porque se acostumbraron a que los adultos-docentes funcionamos de jueces durante todos los años escolares. Tal como lo hacen los padres en los vínculos entre hermanos. Elegir quien tiene la razón, escoger quien dice la verdad genera desvalimiento, rivalidad e irresolución de problemas.

Entonces, para que haya aprendizajes reales generemos ciudadanos solidarios, autónomos, afables y capaces. Eso es lo que esperamos. No que los niños sepan los nombres de todos los ríos y cuando dan una lección haya que irlos callando uno por uno porque no conocen el respeto por el hablar de su compañero.

Por lo expuesto y recapitulando entre las “orientaciones aplicables en todos los casos” pensaría que como segunda pauta un docente que debe ser coherente y consistente con las reglas y para que ello funcione debe aparecer como mediador y no como árbitro.

Los problemas conductuales, en general, hacen referencia a niños que golpean, que están desbordados, que lastiman y se lastiman. En primer lugar el docente debe manejarse con una evidencia: “El niño que es violento es porque ha sido violentado”. Por lo cual deberán saber que si una nota llega a la casa de ese niño por mal comportamiento o por pegar esos padres sancionaran su conducta ¿De que forman creen? Si, pegando.

Entonces hay que diferenciar que muchos padres no golpean por violentos, que es esos casos no cabe más que una denuncia puesto que es una responsabilidad de ciudadano, sino que hay padres que golpean porque a ellos mismos les enseñaron que con “mano dura” los comportamientos mejoran.

No obstante, lo único que se le enseña al niño es que el límite es el golpe y entonces tenemos a “Juan”, “Pedro” o “Matías” que aprendieron que para limitar la conducta del compañero que le causó molestia debe golpearlo.

Incluso los docentes muchas veces ponemos nuestros límites en un grito. Si el límite es el grito hemos extendido demasiado nuestros límites.

Entonces como tercera pauta generalizadora podríamos decir que el límite del docente debe estar antes que nos torne violentos, irritados o intolerantes a escuchar.

Entonces, hay que dejar de culpabilizar a los niños y armar más espacios para padres, no solamente usar las reuniones para comentar que materiales se usaran en el año sino para explicarles los por qué no del golpear y que generan en sus hijos con ello. Puesto que no generan respeto (que es lo que se pretende), sino malestar y miedo y esos dos últimos no dejan aprender, solo responder al otro a través del maltrato.

Por otro lado, es necesario que los docentes sepan, que lo que aparece en las consultas es que los espacios que generan mayores niveles de violencia en los hogares son los momentos de la tarea escolar. Entonces cabe señalar que si la tarea se hace para fijar contenidos y estos contenidos que se pretenden fijar aparecen conjuntamente con castigos la psiquis tenderá a intentar borrar esos momentos y conjuntamente con ellos los aprendizajes. Entonces debemos preguntarlos por que dar tarea, para quién y cual es el objetivo real.

Retomando el hecho de que los niños no aprenden de la misma forma volvemos a la temática de las adaptaciones curriculares.

En primer lugar debemos saber que si brindamos los contenidos de una sola manera habrá una gran cantidad de niños del salón que no entenderá los contenidos. Todos aprendemos distinto y para poder pensarlo primero debemos saber cómo aprendemos nosotros como adultos. ¿Que necesito yo para aprender? Debemos preguntarnos… Muchos son más visuales y necesitan apoyatura de este estilo, otros más auditivos y otros necesitan de ambos estímulos.

Por ende, si como docente dicto estaré facilitándole el trabajo al auditivo y dificultare a los visuales. Si copio no tendré en cuenta las características del auditivo. Entonces si dicto o copio porque esto es lo más acorde a mi modalidad de aprendizaje como docente debo ser paciente con el alumno que dispone de otra modalidad, darle más tiempo y ser más tolerante al error.

Asimismo, y haciendo referencia a las modalidades de aprendizaje nos referiremos a los modos que se denominan holístico y analítico sintético. Quien es holístico aprende de entender el todo y después poder aplicarlo a ejemplos y los analítico sintéticos aprenden de la parte al todo, es decir, si no tienen ejemplos jamás podrán acceder al todo, que refiere al contenido.

Además, es importante saber que muchos niños aprenden desde el cuerpo. Más que nada en los primeros años la problemática se suscita cuando se intenta callar al cuerpo, entonces debemos preguntarnos ¿qué pasaría si aprendemos a hacer las letras con el cuerpo?, ¿O contar a los saltos?..

Debemos interrogarnos sobre ¿Cuál es el objetivo? Que aprendan lecto-escritura de manera convencional sentados, callados, con lápiz y papel o que todos de diversas formas puedan acceder al contenido propio de aprendizaje que sería por ejemplo el acceso a la lecto-escritura o la numeración.

La cuarta pauta sería debemos enseñar para alumnos con distintas modalidades de aprendizaje. Puesto que si disponemos de una sola forma de enseñar obtendremos una cantidad de niños que no aprenderán porque es una evidencia de rigor científico que no todos aprendemos de la misma manera y es imposible hacer igual lo desigual, porque sería volver a aquel tiempo en el cual a los zurdos le ataban la mano en sus espaldas.

Eso es no dejar aprender. Es no dejar ser y no aceptar las diferencias.

Pensando en lo que respecta a los contenidos creo que los docentes muchas veces nos tornamos exigentes con cuestiones que en algunas ocasiones automatizamos como necesarias y no nos volvemos a replantear el objetivo.

Viñeta: Una estudiante de cuarto año de secundaria, excelente alumna, pregunta “profe ¿se puede usar lápiz?” por lo cual se le pregunta ¿por qué no podrías usar lápiz? A lo que ella responde, “es que muchos profesores no nos dejan”. A lo que la docente vuelve a preguntar “¿por qué?”. Como la alumna no encuentra la respuesta esta se abre al resto del grupo. Las respuestas de los alumnos de cuarto año de secundaria dicen cosas como la siguiente “porque si escribimos con lápiz nos dicen que somos chiquitos”, “nos dicen bienvenidos a tercer grado” (de manera sarcástica). No obstante, cuando se los invita a pensar llegan, luego de varios minutos, a la reflexión que el lápiz se borra y esto puede llevar a “hacer trampa” si los profesores les corrigieran las pruebas o sus trabajos realizados en lápiz”

Es decir, el sistema se torna in entendible, inflexible y sin posibilidades de pensar o hacer. Sin posibilidades de repensar los ¿Por qué? …y si esto sucede… cabe interrogarse ¿es posible el aprender sin preguntarse nada?

Otra problemática que tiene que ver con el uso de material es la birome o la lapicera de tinta. ¿Cuál es el objetivo? ¿Es necesario que un niño con serias dificultades motoras se exponga a ello en el mismo momento que un niño que no las tiene?, ¿Es eso acaso aceptar las diferencias?, ¿Es eso desde el lugar del docente obrar desde el ejemplo de la tolerancia y la integración de lo diverso? Lo mismo sucede con la letra cursiva y tantos otros ejemplos…

Dicho esto quedara claro que si esto se cumpliese los niños que llegan como integrados con más dificultades que los demás podrían ser recibidos por un grupo que acoja y no que segregue y por docentes que fomenten las diferencias y no que las sancionen

Por otro lado, todos los niños son diferentes y aprenden de modo diferente.

  • Untoiglich, G. (2013) “En la infancia los diagnósticos se escriben con lápiz”. Buenos Aires- México. Ed. Noveduc

  • Dueñas, G. ; Kahansky, E., Silver, R. (2013) “Problemas e intervenciones en las aulas”. Buenos Aires- México. Ed. Noveduc

  • Freud S. (1915) “Lo inconsciente”. A.E. Vol. XIV.

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